La credibilidad y la confianza

junio 25, 2009

Hoy todo el mundo habla de unidad. De la más que necesaria unión frente al terrorismo. Y como bien decía Jose Luis Zubizarreta ayer en un artículo, desde los tiempos de la mesa de Ajuria Enea, no ha existido ese sentimiento. Mesa por otra parte, rota por puro complejo de los antecesores de quien ahora se arroga la más que dudosa capacidad de aunar sentimientos.

Puede ser (y voy ser muy claro), que el dolor sufrido por una sociedad por un muerto cada año, sea más soportable que el dolor de una sociedad machacada cada 2 meses por el zarpazo de la banda terrorista. A todo se acostumbra uno. Triste, pero es así.

Puede ser, que el tener que asistir a más de 10 asesinados por año, estar pendiente de varios secuestros, tener día sí y día también violencia en las calles, hiciera que la sociedad se revelase como nunca.

Pero puede ser también, que la sociedad vapuleada en aquellos momentos por una banda que no tenía miramientos con nadie, demandase de sus dirigentes algo más que unas bonitas palabras y cuatro poemas.

Quizá, aquella generación que nacía de la clandestinidad, de la dictadura, de la represión real, del hambre y del esfuerzo personal y familiar, partía con cierta dosis de credibilidad, que los actuales dirigentes no van a poder ganarse nunca.

Aún así, también en esa época había mantas, vividores, chupópteros y gentes dadas al poema y a los micrófonos.

Sin embargo, para lograr la unidad a la que hago referencia, hacía falta que las personas que participasen en cualquier mesa, creyeran en quien les hablaba. Y se sintieran o no cómodos en torno a la misma, lo cierto es que se dejaron liderar en este aspecto, por quien con sus actos y no sólo con palabras, era capaz de trasladar coherencia, serenidad, capacidad, honestidad y credibilidad.

Estoy totalmente convencido, de que los intentos posteriores han sido loables y honestos y si me apuran digo también, que creo los intentos en el futuro serán también honestos y sinceros.

Sin embargo, no es menos cierto, que la credibilidad de aquella generación, liderada por el único lehendakari de la democracia que dejó su cargo por voluntad propia, habiendo posicionado a la institución en cotas de respeto nunca imaginadas, no se volverá a repetir.

Esta sociedad, más madura, pero la misma que entonces, no parece necesitar ni de poemas ni de “maite zaituzte”s. La sociedad lo que necesita, es que los hechos demuestren que se puede confiar en quien les dirige. Necesita que su máximo dirigente, sea capaz de aunar voluntades en torno a los problemas más acuciantes y sobre todo a los principios fundamentales. La sociedad no necesita grandes titulares, ni ruedas de prensa, ni visitar todas la radios (menos la vasca).

Pero quizá, lo que más me duela de todo esto, no es que una u otra persona tengan más o menos credibilidad. Lo que me duele de verdad es, que la institución del lehendakari como tal, se vea denigrada por las incapacidades o mediocridades de quien ostenta su mandato y que empiece a instaurarse en la sociedad, la desconfianza en la política e incluso en el diferente, fruto de la falta de credibilidad que transmiten los mismos que son incapaces de llegar a acuerdos en principios fundamentales.

Y termino este “tratado”, apuntando una sola cosa más.

Si el PNV ha gobernado durante tanto tiempo, es porque la sociedad ha creído y ha confiado en el partido que mejor le podía gobernar. Lo cual y teniendo en cuenta donde nos encontramos, tiene una derivada que debiera ser reflexionada internamente.

Pero por otra parte, conviene recordar a los sres. y sras. Socialistas, que no van a inventar nada que no se haya intentado. Que además de querer hacer, hay que saber hacer y que en escasos 2 meses no pueden dar lecciones de saber hacer a nadie y menos al PNV.